¡QUERÍAN ENTERRARNOS, PERO NO SABÍAN QUE ÉRAMOS SEMILLAS!
Hoy se cumplen diez años de una herida abierta en el corazón de México, una herida que sigue sangrando y que nunca cicatrizará mientras la verdad y la justicia permanezcan ausentes. Diez años desde aquella trágica noche del 26 de septiembre de 2014, cuando 43 jóvenes estudiantes de la Escuela
Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa Guerrero, fueron arrebatados de su camino, de sus familias, de sus sueños.
Eran hijos, hermanos, amigos, estudiantes, luchadores. Eran futuros maestros que creían en la educación como herramienta de transformación social, jóvenes llenos de esperanza, dispuestos a cambiar su realidad, la realidad de sus comunidades, de su país.
Pero aquella noche, la violencia y la impunidad les truncaron su destino.
Desde entonces, diez años han pasado, pero el dolor sigue presente, el luto sigue siendo profundo. Las madres y los padres de Ayotzinapa han vivido una década de angustia, de noches sin dormir, de preguntas sin respuesta, de marchas interminables, de promesas vacías, de esperanzas quebradas.
Diez años exigiendo lo mismo: ¿Dónde están?. Diez años sin saber qué les ocurrió a sus hijos, sin poder darles un adiós digno, sin tener un consuelo verdadero.
En estos diez años, el tiempo no ha borrado el recuerdo de los 43, ni el de los miles de desaparecidos que han dejado una cicatriz en la historia de nuestro país. Ayotzinapa es el rostro visible de una tragedia mucho mayor, la de las víctimas de la violencia sistemática, la de un México herido por la impunidad.
¡AYOTZI LUCHANDO, AGUILERA APOYANDO!
